viernes, 30 de enero de 2015

Viva el dadá!

Presento ahora un poema dadaísta escrito por mí hace unas semanas.
 
La golondrina que tenía leucemia
Itzurhyka
Y su inmunidad cesará
al exuberante de incógnito sartén del muerto,
cuando los árboles
estrépitos sonoros que la ímpetu colorada se dé,
¡Cómo lloran los metales por sus inquietos hígados melosos!,
los velos que al extravagancia embarran,
¡Corran, mis amigos!
Irrítose el perro aquel

Sin claro cordel en mis ojos,
bajando de las gotas de aceitoso madero,
¡Ah!
¿No anhelan también ustedes el crujir del pelo?
Sólo apto para los inútiles sollozos
de aquellos que admiran su capital.
Sólo a ellos el líquido vertiginoso
se les resbala del bolsillo.
Una rata venía, y el excéntrico reír de las mujeres
me mataba.

¡Aromas, perfumes desconocidos
de entrañas marinas!,
enfermas las cadenas del litio circundante,
¡Ámenme ratas inmundas!
Que el viruosísmo del humo no grite al poeta,
porque su sana vista
no derrama ya
besos azules...

Tarde han llegado mis
insólitos aváricos,
para sus decadentes y cíclopes
mugen los íconos de mi alma,
la sangre de su ánfora lumínica
prefiero hundirla en la algarabía de sus demonios,
que al final no es crimen si no mata la ingratitud.

¡Vuelen hilos elípticos del tuétano!

Y que su frente de ámbar no huya
de la fragua de nuevo,
¡Mueran en vano!
Movíase el ave en el xenón
de las miles de bazofias de la multitud, pues
su pie levadizo ha de usurpar el cosmos.

Si emblemas no hay,
aguerridos serán sus ócridos
dientes,
que se quiebran entre las plumas del cadáver,
oro que se
derrite en las manos del mendigo, y que
mira a los cables con los labios
de las miles de canciones que el sol pudo martillar en sus codos,
porque la industria no se incorpora al sórdido polvillo
de sus esencias...
¡Ah no!,
porque los insectos se lo comen,
y sus ojos se quiebran,
¡Cómo duele, General!,
chocolate para el enfermo y la
tumba para el niño que su serpiente negra acaba de parir,
porque sus tuercas y palancas
no encienden el mecanismo de sus seis estómagos, y sufre
el enfermo de cáncer.

Si las flores fueran verdes, y el ganado azufroso,
¿No sería acaso más fácil saber
si los corruptos abrazos de los
toldos irónicos corrompen su patria?
Pero el pútrido no quiso escuchar
¡Rogando, rogando me está matando el cincel de las nueces!,
sus coloridas metálicas explotan en cúpulas mal hechas
con papeles y cuerdas, sus
pieles vidriosas me tienen harto, y sus dragones
encolerizados me meten gusanos
por los dedos.

Los ladrones no entienden
porque sus velos los tienen inmunes...
Apartados de las mieles, destrozados
por susurros y sólidos comunes,
Si la hija lo mantuviera inquieto y muerto
en su regazo,
¿No sería acaso más fácil saber si existen en sus inteligibles
lengüetadas los párpados de vidrio?,
imprescindible su gesto,
pero enseguida le contesto:

¡Que no! ¡Ah, no, señora del ámbar!

Y su sangre se escurrió en mi palma,
como el intestino a la parrilla
de metales varios...
sus aleaciones no quemaron mis rodillas,
pero clavaron en la luna de árboles
mis sueños.


1 comentario:

  1. Pues no recuerdo haber leído antes tu extraño poema. Sinceramente le entiendo poco, pero es arrollante en cada frase tan creativamente construída. Me gustaría saber el sentir de su inspiración que, al parecer, sólo es tuyo como la autora. Y uno comparte sólo algo desde los propios referentes, como en mi caso al ver tu palabra inicial de "dadá" que me llevó a recordar haber conocido esa palabra en el contexto espiritual de India, al dirigirse al hermano mayor con gran respeto; ya sé que nada ha de tener que ver con el significado para ti, pero sólo recuerda que la recreación del lenguaje se logra al compartir, y eso estoy tratando de hacer. Y tú qué opinarás?...

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